Rutina de ejercicios para un espíritu piadoso


“…Ejercítate para la piedad”.  1 Timoteo 4:7

La importancia de la actividad física ha tenido un realce en las últimas décadas. Es cotidiano ver gente trotando alrededor de las plazas, personas asistiendo al gimnasio y jóvenes preocupados por su salud física. Esto es realmente bueno, mantener un cuerpo en forma nos garantiza una mejor calidad de vida. 

Pero ¿Hay un límite para el ejercicio corporal en la vida de un creyente?

Pues en esta ocasión Pablo le da a Timoteo instrucciones para vivir su fe; Timoteo era joven y como todo joven seguramente tenía el deseo de mantener un cuerpo fuerte, además por aquella época los jóvenes se entrenaban rigurosamente para celebrar competencias olímpicas, no es extraño que el boom de ese tiempo fuera lucir figuras esbeltas.

Sin embargo, Pablo como mentor de Timoteo le orienta en cuanto sus verdaderas prioridades:

“Porque el ejercicio corporal para poco es provechoso, pero la piedad para todo aprovecha, pues tiene promesa de esta vida presente y de la venidera”.  1 Timoteo 4:8

 Cuando leemos este pasaje bíblico encontramos un balance en el que pesa más el ejercicio espiritual que el ejercicio corporal, puedes tener un cuerpo sano y fuerte, pero no ayudará en mucho si tienes un espíritu debilitado. Lo que pablo trata de decir a Timoteo es: “No hagas del Gimnasio tu prioridad” y es lo que nos dice hoy a nosotras.

Muchas veces, engañadas por el espejo y esos kilitos de sobra muchas chicas cristianas corren hacia una dieta, un plan de ejercicios rigurosos y motivadas por una apariencia exterior, olvidan lo más importante, su apariencia interior. Con esto no quiero decir que no te entrenes, hazlo, pero en segundo lugar.

En cambio, ejercítate en la  piedad.

La piedad es una virtud que brota al nosotras experimentar el amor de Dios, esta virtud nos inspira a amar a otros y en consecuencia actuar de buena manera delante de Dios y de las personas a nuestro alrededor. Pero nosotras no estamos capacitadas para actuar de manera piadosa, es por eso que debe ser un ejercicio constante que requiera de nosotras un esfuerzo extra, una fiel constancia y sacrificio completo.

Realiza un entrenamiento diario  de dependencia de Dios

Exponerte a diario a la oración y a las escrituras conlleva una comunicación más fluida con tu creador, la cual te llevará a obrar en consecuencia a su voluntad y obediencia a su palabra. Pero si no te ejercitas en ello, esos músculos espirituales se atrofiarán ocasionando una coalición en todas las demás áreas de tu vida y por más que te esfuerces en ser una joven piadosa, lo que saldrá de ti será una  apariencia de piedad más no una piedad genuina, la que viene como consecuencia  de andar en constante comunión con Dios. 

Realiza un entrenamiento diario  de servicio desinteresado.

Cuando no estás acostumbrada a realizar un ejercicio físico, tu cuerpo lo nota desde el principio. Cuando no te ejercitas en el servicio, tu espíritu se resiente desde el principio, será un entrenamiento difícil poner las necesidades de otros en primer lugar antes que tu bienestar. Pero este es el tipo de entrenamiento al que Dios quiere que te expongas, que realices favores a quien lo precisa, que estés atenta a lo que otros les hace falta y lo suplas de acuerdo a tus capacidades.   

Cuando comienzas a practicar lo que es bueno para tu espíritu, los cambios serán evidentes: un espíritu más sensible, más dispuesto y menos quejumbroso.


Al final de cuentas, nuestro cuerpo se deteriora, en cambio, nuestro espíritu cosechará las bendiciones del entrenamiento de hoy en el reino celestial.   



ACERCA DEL AUTOR  

Angélica Jiménez
Hija de Pastores misioneros de nacionalidad Colombiana, ha servido desde los 9 años junto a sus padres en los países de Bolivia y Argentina. Diagnosticada alrededor del año 2009 con Síndrome de Eisenmenger ha propuesto en su corazón servir a Dios hasta el día en que él se lo permita. Sus experiencias en la obra misionera continúan labrando el sueño de brindar herramientas bíblicas para las jóvenes de hoy.



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