Operación Limpieza


“La luz en las tinieblas resplandece”. Juan 1: 5


¡Hoy es sábado! ¿Qué te gusta hacer los días sábados cuando no tienes clases? A mí personalmente me inspiran los sábados que son soleados porque levanto las cortinas y abro las ventanas para dejar que la luz, junto con el aire de la mañana, renueve mi espacio y mi propio ánimo.

 Toda la semana me la paso de aquí para allá, con responsabilidades, trabajos y deberes, por lo que es escaso el tiempo que le dedico a mi cuarto para hacer una limpieza profunda, al finalizar la semana me encuentro con basura amontonada, papeles desordenados y cosas que no están en su lugar.

Soy de las chicas que disfrutan de la soledad constructiva, y encuentro en el día sábado el tiempo para disfrutar de mí misma, pero al mirar un lugar imposible para trabajar  me desespero; Entonces, me agarro el cabello, y busco todos los implementos de aseo para trabajar sobre el desorden.

Pero hay días de días, esos de los que ni las arañas se escapan, porque me levanto dispuesta a hacer como dice mi mamá una “Operación limpieza”, que lleva mucho más tiempo y esfuerzo, es verdad, pero cuando termino de arreglar hasta los rinconcitos menos visibles, me siento satisfecha.

Tan sencillamente así, ocurre lo mismo en tu mundo interior. Cada día sumergida en la cotidianeidad vuelas en tus pensamientos de aquí para allá, haces y deshaces en tu mente errando hasta el cansancio, y sin la más remota idea de la cantidad de pecado acumulado en el corazón.

Tanto peso de vileza ahoga en ocasiones por completo la luz de Su presencia, allí estás tan aprisionada que sientes una profunda necesidad de que las cosas sean diferentes y ¡cuán ansiada te encuentras de tomar un baño espiritual!

Pero para el corazón, también hay días de días. Son esos días en los que no te conformas con ir a la iglesia, adorar por unos minutos, leer un Salmo y pasar de largo. Hay momentos en los que literalmente tienes que sentarte a llorar, porque necesitas desahogarte de todo lo acumulado en tu interior. Allí no hay palabras que puedas expresar, el abatimiento es tal que entre gemidos y sollozos, respiraciones entrecortadas y lágrimas solo puedes decir: ¡Ay Señor!, ¡Ay Señor Jesús!

No sé si sea que las palabras falten o sobren en aquellos momentos, pero sé que las mejores oraciones vienen en forma de gemidos intensos. Un grito silencioso al cielo basta para que la profundidad de Su perdón llegue a los lugares más oscuros de tu corazón.

Ciertamente Él atenderá a tu llamado, y llegará a ti no con escobas ni arranca grasas, sino con Su preciosa y santa sangre que tiene el poder para limpiar cualquier pecado arraigado en tu ser, y vendar las heridas más dolientes de tu pasado.

Él abrirá tus puertas y tus ventanas trayendo luz a tu vida. Todas aquellas cosas que por años habías guardado sin querer hacer memoria de eso, o algunas que habías olvidado que estaban dentro de ti, la luz que irradia la cercanía de Su presencia las hará notorias. No para ventilarlas y hacer un gran escándalo de lo que te avergüenzas, sino para ser desechadas a lo profundo del mar donde Dios jamás se acordará de ellas.

La profundidad de Su perdón llegará a ti para hacerte saber que tienes una nueva oportunidad de ser una joven diferente, llena de esperanza, llena de luz.

Hay días de días, y este es uno de ellos, el deseo de hacerlo está en Él. La decisión para hacerlo está en ti.



ACERCA DEL AUTOR

Angélica Jiménez
Hija de Pastores misioneros de nacionalidad Colombiana, ha servido desde los 9 años junto a sus padres en los países de Bolivia y Argentina. Diagnosticada alrededor del año 2009 con Síndrome de Eisenmenger ha propuesto en su corazón servir a Dios hasta el día en que él se lo permita. Sus experiencias en la obra misionera continúan labrando el sueño de brindar herramientas bíblicas para las jóvenes de hoy.

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