Amistad Íntima

 

Jesús tuvo muchísimos seguidores, y aunque la Biblia no menciona exactamente cuántos, imagino que, si en aquella época hubieran existido redes sociales, Sus cuentas hubiesen llegado al límite. Los evangelios de Mateo y Marcos mencionan a 5.000 y 4.000 hombres que le siguieron, sin contar mujeres y niños. Si trajéramos esas cifras a la actualidad, serian millones y millones.

Del inmenso círculo externo de Jesús, hubo solamente 12 que realmente caminaron cerca de Él y aun dentro de los 12, tres de ellos (Pedro, Jacobo y Juan) tuvieron el privilegio de acompañarlo en tres momentos especiales: la resurrección de la hija de Jairo (Mateo 9:18-26; Marcos 5:21-43; Lucas 8:40-56), la transfiguración (Mateo 17:1-8; Marcos 9:2-8; Lucas 9:28-36) y la oración en el Getsemaní (Mateo 26:36-46; Marcos 14:32-42; Lucas 22:39-46) pero… ¿qué particularidad tenían ellos para que El Señor los haya elegido? Muchos asumen que Jesús tomó a estos tres en esas ocasiones debido a que eran Sus favoritos, otros podrían decir que los mantenía cerca de Él para cuidar de ellos, ya que regularmente se metían en problemas; pero sin duda no se trataba de que amara más a unos que a otros, sencillamente estos tres hombres al parecer fueron Su círculo íntimo. ¿¡Se imaginan vivir experiencias grandiosas y no poder contárselas a nadie!? El Señor Jesús les recomendó a estos tres discípulos no decir nada de todo cuanto tuvieron la oportunidad de presenciar en aquellos momentos especiales, sino hasta después de Su resurrección.

¿Qué es lo que les contamos a nuestras amistades íntimas? ¿Acaso no son ellos quienes nos conocen mejor? Con ellos nos damos a conocer más profundamente, ellos saben de nosotras cosas que los demás ni se imaginan, con ellos tenemos confianza absoluta, nos sentimos escuchadas, entendidas y, sobre todo, no juzgadas. Son esas amistades que nos ayudan a crecer. El Señor Jesús quiso compartir con Su círculo de amigos íntimos algo profundo y glorioso que no todos estaban capacitados para conocer. Y hoy lo sigue haciendo, comparte tesoros escondidos, Sus secretos y propósitos con aquellos que se relacionan íntimamente con Él.

Indudablemente, el propósito del Señor Jesucristo en la resurrección de la hija de Jairo, en la transfiguración y en la oración en el Getsemaní para ese “círculo íntimo” de Sus discípulos fue que pudieran tener una comprensión mayor de lo que Él era. Ellos habían conocido únicamente Su humanidad, pero ahora tenían conciencia de Su divinidad. El Maestro les había enseñado que todo tiene un precio, les mostraría el precio que Él pagaría al cumplir la voluntad del Padre, pero también les enseñó la importancia de la fe para ver Sus maravillas.

Pedro, Jacobo y Juan fueron testigos de eventos irrepetibles y gloriosos que nunca olvidaron y de los que posteriormente testificaron a los otros discípulos y a incontables millones a través de los siglos. Estos discípulos demostraron ser confiables, íntegros, dispuestos a pagar el precio, sea cual sea, decidieron seguir a Jesús sin cuestionarlo. Yo quiero ser del círculo íntimo de Jesús y estoy segura de que tú también.

Puede ser que tengamos un círculo inmenso de seguidores o amigos en las redes sociales, pero debemos aprender a cuidar el círculo íntimo de personas reales que nos rodean diariamente, podemos compartir con ellos de nuestros encuentros con Dios, aquellos que nos llevan a conocerlo mejor, quizá uno de esos encuentros los lleve a ellos a conocerle también y a formar parte del grupo íntimo que un día veremos al Señor en toda Su gloria y majestad.

El Rey del universo te invita hoy a tener una relación íntima y personal con Él.




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