Cambio de planes


Hemos pasado rápidamente por semanas intensas, hemos estudiado los grandes acontecimientos del principio de nuestra era. Vimos cómo Dios creó el mundo, la caída del hombre a causa del pecado, el primer asesinato, el diluvio, la repoblación de la tierra… y hoy, la dispersión a causa de la Torre de Babel.

Hasta este momento tenemos un solo pueblo, un solo linaje, un solo idioma. Deciden asentarse y empezar a construir la ciudad y con ella la torre. Pero ¿qué estaba pasando detrás de todo esto? ¿por qué Dios estaba tan molesto? ¿acaso no les había dicho que repoblaran la tierra?

"Y dijeron: Vamos, edifiquémonos una ciudad y una torre, cuya cúspide llegue al cielo; y hagámonos un nombre, por si fuéremos esparcidos sobre la faz de toda la tierra."

Génesis 11:4

Bueno, aquí tenemos la respuesta: ellos querían la gloria para sí mismos, querían ser reconocidos por todo el mundo. Y Dios, con Su sabiduría cambió esos planes. Los dispersó por todo el territorio y cambió sus idiomas. Cuando me imagino toda esta escena, imagino que ellos quizás intentaron ponerse de acuerdo, quizás intentaron continuar, quizás no querían darse por vencidos, pero no lo consiguieron. Porque así es nuestra naturaleza humana, siempre queriendo hacer todo por nosotros mismos, siempre queriendo tener la razón; es así, ¿no?

Dios los separó para evitar problemas peores en su futuro. Y eso mismo es lo que hace con nosotras. ¿Cuántas veces hemos trazado un plan y Dios lo cambia? Pensemos aún esto: ¿es Dios parte de nuestros planes?

"Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dijo Jehová. Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos."

Isaías 55:8-9 

En la Biblia podemos encontrar otras historias similares, que nos ayudan a ver un cambio de planes. Veamos algunas de ellas:

María y José: su objetivo era casarse y poder disfrutar. Pero Dios tenía un plan mejor, pues serían los padres de nuestro Salvador.

Los Discípulos: tenían sus vidas resueltas, sus trabajos o su familia. Pero Dios quería que fueran embajadores de buenas nuevas. Quería que trabajaran para Él.

Jesús y la Samaritana: no se mezclaban, no era costumbre viajar por el territorio. Cuando lo hacían, viajaban rodeándolo. Pero Dios tenía un plan de salvación para ellos también.

Moisés: ya era reconocido como el hijo del faraón, se puede decir que lo tenía todo, no podía pedir más. Pero Dios quería que liberara a Su pueblo de la esclavitud.

Y entonces aquí estamos nosotras, preguntándonos ¿cómo puedo seguir los planes de Dios cuando no me gustan? Probablemente los involucrados en estos ejemplos no estaban desbordantes de alegría. De pronto los discípulos protestaron todo el camino a Samaria, sabemos que Moisés buscó todas las excusas posibles; María tuvo miedo de enfrentar a José, pues José tenía el derecho de repudiarla y de esa manera ella podría morir apedreada.

¿Qué podemos hacer?

  1. Obedecer. Recordemos el mejor y más lindo ejemplo de obediencia: Jesús. Él lo fue hasta la muerte y muerte de cruz. Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo y le dio un Nombre que es sobre todo nombre (Filipenses 2:8-9).
  2. Confiar a ciegas y entregarnos a Su plan. Dios siempre sabe lo que es mejor, Su voluntad nunca deja de ser buena, agradable y perfecta. Siempre me gusta pensar que cuando algo no se da, Él nos está librando de algo que puede dañarnos, algo claramente no vemos.
  3. Escuchar la voz de Dios. En nuestros tiempos de adoración, concentrémonos en oír Su voz, apagando incluso la nuestra. Podemos muchas veces orar sin cesar, pero si no callamos, podemos perdernos la hermosa oportunidad de escucharle.

Lo que Dios nos pide no es imposible de lograr, aunque sintamos el peso del mundo encima.  Él anhela ayudarnos en todo momento. Solo tenemos que ir a Él.

Podemos acercarnos, pues, confiadamente al trono de Su gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro (Hebreos 4:16). Convencidas que, de la misma manera en que diseñó Su maravillosa creación, también diseña planes de bien para nuestras vidas, para darnos un futuro y una esperanza (Jeremías 29:11). 





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