Un encuentro con El Salvador

 


Después de pasar todo el día predicando y enseñando a las multitudes, Jesús decide cruzar el mar de Galilea. Decide dirigirse a Gadara, en la región de Genasa, esta era una región gentil y no era bien visto que los judíos la visitaran.

A pocos instantes de haber puesto los pies en tierra, saliendo de los sepulcros, Jesús se encuentra con el motivo real de Su visita, el endemoniado gadareno, un hombre atribulado por demonios que dominaban su ser, haciéndole dar gritos e hiriéndose a sí mismo con piedras. Eran visibles sus heridas, era encadenado para tratar de ser dominado por las personas del pueblo. Sin embargo, la fuerza de los demonios era mayor que la suya para luchar por su vida.

“Cuando vio, pues, a Jesús de lejos, corrió, y se arrodilló ante él. Y clamando a gran voz, dijo: ¿Qué tienes conmigo, Jesús, Hijo del Dios Altísimo? Te conjuro por Dios que no me atormentes.”

Marcos 5:6-7

El texto pone en perspectiva cualidades de Jesús. La primera, autoridad. Los demonios sabían quién era Él y no fue casualidad que usaran ese nombre para reconocerlo: “Jesús, Hijo del Dios Altísimo”, sobre todo después de que Jesús fuera reconocido como el Hijo de Dios al ser bautizado. (Mc 1:11). La segunda, amor. Este hombre era rechazado por el pueblo, lo había perdido todo: su familia y amigos, su casa, su dignidad, su dominio propio y su paz, quizá hasta sus ganas de vivir. Pero Jesús llega a su encuentro, para tratarlo con amor, respeto y comprensión, para liberarlo de su agonía. Tercero, el poder de la oración. En muchos pasajes de la Biblia se nos dice que era Su costumbre orar, Jesús oraba al Padre en todo momento para pedir Su respaldo en el ministerio que debía desempeñar. Con ese respaldo Jesús demuestra Su autoridad al sacar una legión de demonios solo con el poder de Sus palabras.

Imagina por un momento que entre tres mil y seis mil demonios te digan qué hacer día y noche. Imagina el tormento al que este hombre estaba sometido. Estos demonios suplicaban a Jesús ir a los cerdos, porque sabían cuál era su destino ante Su autoridad. Jesús permite esto para que sea aún más visible el poder que hay en Él. Imagina ver miles de cerdos correr en desenfreno hasta su muerte. Imagina la reacción de las personas que estaban presenciando esto. Imagina lo que decían.

Una de las razones por las que las personas del pueblo le rogaban que se fuera se debía al daño que representaba para su economía el hecho que Jesús atentara contra una de sus fuentes principales, la crianza de cerdos. Ver a este hombre con juicio cabal, vestido y sentado tranquilamente también fue motivo de susto. El mundo en el que vivimos actúa de manera similar, rechazando lo bueno y recibiendo lo malo, viendo las maravillas que hace Dios, pero pretendiendo que se vaya.

Si vamos unos segundos atrás de esta escena, tenemos la tormenta en el mar de Galilea. Jesús está descansando un poco, se levanta la tormenta en este escenario y sus discípulos se entregan al miedo de hundirse. Él la detuvo con el poder de Su voz, reprendiendo al viento y calmando al mar.

Jesús cruzó el mar luego de calmar la tormenta para encontrarse con este hombre, para salvar su vida. Algunos creen que esta tormenta fue causada por el mismo satanás para impedir a El Salvador llegar a él y con ello derrotar su plan perverso. Pero Jesús vino a buscar y salvar lo que se había perdido. (Lc. 19:10)

Luego de su encuentro con Jesús, este hombre era una nueva criatura, tenía un gran testimonio qué contar en la región. Jesús lo sabía, por eso no le permitió ir con ellos en la barca. Probablemente se convirtió en uno de los primeros misioneros en proclamar las maravillas acerca de El Salvador.

“Más Jesús no se lo permitió, sino que le dijo: Vete a tu casa, a los tuyos, y cuéntales cuán grandes cosas el Señor ha hecho contigo, y cómo ha tenido misericordia de ti. Y se fue, y comenzó a publicar en Decápolis cuán grandes cosas había hecho Jesús con él; y todos se maravillaban.”

Marcos 5:19-20

Querida amiga, el enemigo no querrá perder poder sobre ti, buscará formas de hurtar tus planes, matar tu valor y destruir los propósitos de Dios en tu vida. Pero tu Salvador está siempre dispuesto a cruzar las más grandes tormentas por tu rescate, aquellas que llenan tu alma de tribulación. Él quiere encontrarse contigo para salvarte, para liberarte, para amarte. Para darte vida y vida en abundancia.

El ladrón solo viene para robar, matar y destruir. Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia.

Juan 10:10




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