Pero habiendo obtenido auxilio de Dios, persevero hasta el día de hoy, dando testimonio a pequeños y a grandes, no diciendo nada fuera de las cosas que los profetas y Moisés dijeron que habían de suceder. Hechos 26:22
Estamos en la recta final del libro de Hechos y también en la cumbre más alta de emociones que está experimentando el apóstol Pablo, frustración y tristeza al escuchar acusaciones falsas y severas por parte de su propio pueblo.
Se lo acusa de sedición o rebeldía en contra del imperio, herejía al promover la secta de los nazarenos y blasfemia al profanar el templo de Jerusalén; experimenta impotencia luego darse cuenta de que en cada sinagoga en la que predicaba a Jesucristo como el Mesías, su propia gente lo rechazar vez tras vez.
Seguramente lidió con las insinuaciones de soborno que Félix le proponía disimuladamente, pero a lo largo de dos años en la cárcel mantuvo su integridad; quizás también haya sentido desaliento al encontrarse preso injustamente y en su deseo de ser tratado con justicia tuvo que apelar al emperador Cesar.
Seguro que también se entusiasmó cuando le concedieron su tal anhelado viaje a Roma, pero estaba lejos de imaginarse que pasaría 14 días navegando a la deriva y que enfrentaría un terrible naufragio. Cuando por fin llegan a tierra y pasan algunos días en la isla de Malta probablemente sintió desesperación al ver como pasaban los meses sin poder salir de ese atasco y volver a continuar su viaje hasta Roma.
Lucas no nos cuenta los sentimientos y pensamientos más íntimos del apóstol, pero si nos deja entre ver la actitud que él tuvo frente a tan adversas circunstancias; no dejó de probar su inocencia ante sus acusadores, no dejó de proclamar el evangelio a los judíos, su espíritu no se rindió cuando sabían que probablemente iban a morir presos de la furia del mar, y tampoco perdió la esperanza contando los largos días del invierno mientras esperaban la llegada del calor a la isla de Malta.
Yo estaba esperando que Lucas escribiera un gran final para Pablo pero me sorprende verlo tan humildemente aceptando su condición de preso en una casa de alquiler; creo que Dios permitió que Lucas terminara allí su libro porque su propósito era que Teófilo tuviera en sus manos un testimonio fiel del inicio del movimiento cristiano y el cumplimiento de la promesa del Espíritu Santo sobre cada creyente.
No hay un gran final para Pablo porque Hechos no se trata principalmente de él, sino del majestuoso trabajo que está realizando el Espíritu Santo en la vida de Pablo y de todos los creyentes que allí se nombran para que el evangelio de Jesús sea predicado en todo los rincones del mundo hasta ese entonces conocido.
El Espíritu Santo capacitó a Pablo para no darse por vencido aun teniendo muchísimos opositores y circunstancias en su contra, lo dotó de valor para testificar aun corriendo con peligros y amenazas de muerte, es más, el Espíritu Santo intervino en el corazón de Pablo para perdonar y amar a sus enemigos sin desear venganza sobre ellos, y sobre todo el poder del Espíritu Santo derramado en su corazón le permitió estimar el mensaje del evangelio más valioso que su vida misma, pudiendo aceptar morir como un mártir del evangelio.
Hoy en día el Espíritu Santo continúa haciendo la misma labor en nuevos creyentes, dotándonos de su poder para amar y proclamar que Jesucristo sigue siendo el Salvador prometido. Puedes confiar en que todas las tribulaciones que aparentan arruinar tu vida son medios de gracia en las que el Espíritu Santo está actuando fielmente para glorificar a Dios en ti.
ACERCA DEL AUTOR
Angélica Jiménez
Hija de Pastores misioneros de nacionalidad Colombiana, ha servido desde los 9 años junto a sus padres en los países de Bolivia y Argentina. Diagnosticada alrededor del año 2009 con Síndrome de Eisenmenger ha propuesto en su corazón servir a Dios hasta el día en que él se lo permita. Sus experiencias en la obra misionera continúan labrando el sueño de brindar herramientas bíblicas para las jóvenes de hoy.
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