un 2018 lleno de paz



"Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados."
Isaías 53:5

Ningún líder ni dirigente sobre la historia humana ha sido capaz de garantizar la seguridad de su pueblo interna y externamente, los conflictos se han generado en todas las épocas provocando que  el odio y la división se afiancen en el corazón del ser que se enceguece para saciar su sed de venganza con la guerra.  

Hay otros quienes idealizan la guerra como solución a los conflictos,  como si fuera la única alternativa de generar la paz.  Por otra parte las organizaciones mundiales agotan los últimos recursos de consenso, acuerdos de paz, cumbres para el diálogo en sus intentos de mantener la paz a flote, pero, los intereses egoístas  avasallan con el doble de furia.

Isaías profetizó sobre el levantamiento de un hijo de hombre, ser divino que sería reconocido por ser el Príncipe de la Paz, el único ser capacitado para hacer lo que ninguna figura de liderazgo mundial  ha hecho jamás, quien traería fin al conflicto entre los hombres y garantizaría la seguridad de la humanidad.

Yo no sé si alguien experimentado en resolver conflictos estaría dispuesto a hacer lo que Jesucristo hizo para garantizar la paz de cada ser humano y establecerla hasta el reino milenial. El costo que tuvo que pagar para obtenerla fue demasiado alto:

"Pero él fue traspasado por nuestras rebeliones y aplastado por nuestros pecados. Fue golpeado para que nosotros estuviéramos en paz; fue azotado para que pudiéramos ser sanados”.                   
Isaías 55:3 (NTV)

A diario, todos debatimos por intereses propios, naturalmente se trata de lo que yo deseo, lo que a mí me gusta y lo que me conviene. Como prioridad Cristo no debatió por sus derechos,  si lo hacía, la redención quedaba anulada. Pero en cambio, eligió exponer la totalidad de Su ser para que cada centímetro de Su cuerpo fuera quebrado, maltratado, lastimado. Los pecados de decenas y decenas de millones de personas pesaron sobre Su cuerpo como una masa de concreto aplastándolo de un solo golpe hasta que no hubo aliento en su ser. 

Cada golpe y azote significó para Cristo el pago de la Paz y obtención de nuestra sanidad.

Hasta que no quedó en Su cuerpo rincón sin herida, sin poder ningún ser humano ofrecer ayuda para aliviar Su dolor, expiró, Su espíritu se consumió en una hoguera de maldad  y ese último aliento en la cruz desató la euforia de Satanás por creer haber vencido a Dios mismo y a la vez  el miedo se apoderó sobre el ser humano comprendiendo haber crucificado al hijo de Dios.

La fiesta ni el temor duraron por mucho, al tercer día la muerte no logró confiscar la resurrección y retornando del sepulcro Jesucristo obtuvo contundentemente la verdadera libertad para llevar flameante su título de honor: Príncipe de Paz.

“El aumento de su soberanía y de la paz no tendrán fin sobre el trono de David y sobre su reino, para afianzarlo  y sostenerlo con el derecho y la justicia desde entonces y para siempre. El celo del SEÑOR de los ejércitos hará esto”
Isaías 9:7

La paz se ha establecido en el corazón de todos aquellos que creemos en Su nombre, pero la profecía de Isaías no se limita a corazones creyentes. El príncipe extenderá sus dominios y su alcance será toda la faz de la tierra para demostrarnos que la verdadera paz pertenece al hijo de Dios y que nos es otorgada por derecho inmerecido.


Podemos cerrar el ciclo 2017 y abrir un nuevo 2018 aferradas a la esperanza de que Cristo, nos garantiza Paz y seguridad. 








ACERCA DEL AUTOR  

Angélica Jiménez

Hija de Pastores misioneros de nacionalidad Colombiana, ha servido desde los 9 años junto a sus padres en los países de Bolivia y Argentina. Diagnosticada alrededor del año 2009 con Síndrome de Eisenmenger ha propuesto en su corazón servir a Dios hasta el día en que él se lo permita. Sus experiencias en la obra misionera continúan labrando el sueño de brindar herramientas bíblicas para las jóvenes de hoy.

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